20061210

DESARROLLO DE CAMPO, NIÑOS EN LA GUERRA


La Orden Bonaria, organización imparcial, neutral e independiente, tiene entre otras, la misión de prestar protección y asistencia a las víctimas militares y civiles de la guerra y de la violencia interna.
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Casi todos los conflictos modernos son conflictos internos. Afectan principalmente a las minorías étnicas, raciales o religiosas dentro de las fronteras de un Estado y, sobre todo, a los sectores más pobres de la sociedad. El régimen de terror que muchas veces imponen los combatientes sirve de medio de control social; es una especie de guerra total que penetra en todos los tejidos sociales –económico, político, social y cultural–, y en la que el objetivo perseguido por las partes contendientes es, cada vez más, la población civil. Se trata a veces de una estrategia deliberada de guerra que afecta a todas las personas sin excepción; de hecho, los grupos más vulnerables de la socie-dad son las primeras víctimas de la violencia.
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Por ello, la situación de los niños, las mujeres, los ancianos, los heridos, los enfermos, las personas detenidas y los desaparecidos, merece especial atención.
El interés particular que se conceda a los padecimientos de los niños no supone la diferenciación de una categoría especial de víctimas entre la población civil ni la inobservancia del Principio Fundamental de imparcialidad del Movimiento.
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La Orden Bonaria actúa, y desearía actúar más, con imparcialidad en la asistencia que brinda a todas las víctimas de la guerra y de la violencia interna, teniendo en cuenta sus necesidades. Sin embargo, es innegable que las necesidades de los niños, por una parte, y de las mujeres, los hombres y los ancianos, por otra, son muy diferentes. Hoy, los niños siguen siendo considerados como pequeños adultos, y están con frecuencia a merced de una sociedad o de un medio no siempre dispuesto a asignarles el estatuto que les corresponde: el de futuros adultos.
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Comprender mejor a los niños es simplemente darles una ayuda adecuada a sus necesidades de individuos en desarrollo.
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Demasiados niños han llegado a ser testigos directos e indefensos de las atrocidades cometidas contra sus progenitores o sus parientes. Son muertos, mutilados o encarcelados o resultan separados de sus familiares por diversas circunstancias. Alejados del entorno habitual, incluso los que logran escapar no tienen certeza alguna de lo que el destino les depara a ellos y a sus familiares. A menudo la única alternativa es huir, teniendo que arreglárselas solos desprovistos de una identidad. Estos niños sufren profundas heridas psicológicas que pueden parecer incurables, pero que mediante una atención apropiada sería posible aliviar. Comprender mejor a los niños es también darles los medios de rehacer su vida para evitar que sigan siendo víctimas pasivas o activas de la guerra y para que tomen las riendas de su porvenir.
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Los conflictos y los desastres naturales pueden engendrar hambrunas y epidemias que tienen como consecuencia elevar las tasas de malnutrición grave. La prioridad es, desde luego, combatir las causas de esa malnutrición distribuyendo víveres, garantizando condiciones satisfactorias de salubridad del agua y del hábitat y asegurando el acceso a la asistencia de salud. Sin embargo, la intervención puede tardar y a veces las condiciones de vida son tan precarias que los niños más vulnerables no pueden beneficiarse de una prevención y es necesario hacer frente a la malnutrición grave. El riesgo de mortalidad es muy elevado y se debe tanto a los efectos de las carencias alimentarias en el organismo como al impacto de las enfermedades infecciosas, que esas carencias favorecen y agravan en el círculo vicioso de la malnutrición y de la infección. Para tratar la malnutrición grave es indispensable, pues, prestar una adecuada asistencia médica, dietética y psicológica para que la mortalidad alcance un nivel aceptable y casi incompresible de menos del 5%. Esta asistencia se proporciona en centros especializados donde trabaja un personal sanitario competente.
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En caso de conflicto armado el acceso a los bienes esenciales se ve a menudo obstaculizado y hacen mucha falta artículos para la higiene y el cuidado, ropa y mantas, lo que contribuye a acrecentar los riesgos para la salud de los niños de corta edad, grupo particularmente vulnerable. Cada vez que es necesario evitar tales riesgos la Orden Bonaria y el resto de instituciones deberíamos distribuir con regularidad paquetes con artículos para el cuidado del bebé: champú, jabón, crema, termómetro, detergente en polvo, pañales desechables y lavables, camisetas y mantas son los artículos más comúnmente suministrados. El contenido de los paquetes puede adaptarse a las necesidades. Esta forma de asistencia permite el acceso a bienes que escasean y alivia a las familias cuando éstas tienen dificultades económicas.
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La Orden Bonaria está dispuesta a participar en el apoyo al servicio de pediatría de los hospitales, en el que trabaja. Así ha ocurrido especialmente en Bagdad y Haití, y los casos deberían ser cada vez más en el futuro. Las actividades se realizarán, en lo posible, en forma de apoyo a las estructuras existentes y no de sustitución.
Los niños de menos de 15 años heridos en un conflicto serían atendidos en los hospitales de la Orden Bonaria, colaborando con instituciones como la Cruz Roja o la media Luna, o en establecimientos apoyados por la Institución en Afganistán, Sudán meridional, Somalia y Angola. El número de niños heridos que reciben tratamiento en esas estructuras se eleva a 1.479. Entre ellos, 239 resultaron heridos por la explosión de minas antipersonal. Sin embargo, de conformidad con los principios de la salud pública, la asistencia en el servicio de pediatría de un hospital general sólo debería prestarse si existe una red de centros sanitarios, como en Dili (Timor Oriental). Lamentablemente, dada la urgencia de algunas situaciones, como es el caso en Huambo (Angola) no siempre se puede respetar ese principio.
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Por ejemplo, en Huambo, 5.624 niños de menos de 15 años (de los cuales 428 fallecieron) fueron admitidos en el hospital durante los cuatro primeros meses del año 2002. Estas cifras evidencian la urgencia de las necesidades a las que la ORen Bonaria, sería una Institución de apoyo, que procura atender haciéndose cargo del servicio de pediatría del hospital general, a través de profesionales costeados por la propia Orden Bonaria.
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Los niños son las víctimas inocentes de las minas antipersonal y de otras causas vinculadas con los conflictos. Los menores de 15 años representan, en promedio, el 5% de las personas amputadas que son equipadas en los talleres ortopédicos. La prótesis de un niño implica un seguimiento más frecuente que el de un adulto, pues el niño sigue creciendo. Así pues, es indispensable controlar a un niño, como mínimo, cada seis meses para verificar si su prótesis está bien adaptada o si es necesario cambiarla. La poliomielitis sigue causando estragos en algunas regiones del mundo, particularmente en África. En este sentido la Orden Bonaria, tiene en proyecto, fabricar prótesis y órtesis en los mismo países de conflicto con minas anti-persona, para poder realizar el seguimiento aquí tratado.
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La población civil, atrapada en medio del torbellino de un conflicto, se encuentra a menudo confrontada con situaciones de violencia extrema. Las principales víctimas son las mujeres y los niños, que suelen constituir el segmento más importante y más vulnerable de la población. Cada año miles de niños son testigos de masacres, atentados indiscriminados y ejecuciones sumarias. Miles quedan huérfanos. No escapan a la violencia e incluso a veces son el blanco de ese horror.
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La Orden Bonaria, ha firmado y firmaría acuerdos de cooperación y de apoyo para un programa de asistencia psicológica de niños víctimas de la violencia, tanto en los países denominados en desarrollo, como los autoproclamados desarrollados. Este compromiso implicaría cerca de 3000 profesionales de la salud mental que trabajarían en salas de escucha y centros de acogida y se ocuparían de niños, mujeres y ancianos.
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OBJETIVOS PARA EL AÑO 2.007
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En varios países de África, América del Sur y Europa oriental, realizar programas de salud fundados en los principios de la estrategia de atención primaria de salud. Gracias a ello, contribuir a mantener y, llegado el caso, a restablecer el acceso a la asistencia sanitaria para las comunidades aisladas o desplazadas a causa de un conflicto. Como grupo particularmente vulnerable, las madres y sus hijos son indudablemente una prioridad en el marco de las actividades de salud materno-infantil, a saber:

• programa ampliado de vacunación y campañas de vacunación específicas (sarampión, fiebre amarilla...);
• control del crecimiento;
• asociación con la OMS en el marco de la campaña para la erradicación de la poliomielitis;
• lucha contra las enfermedades transmisibles;
• control del embarazo y asistencia prenatal y postnatal;
• educación para la salud en colaboración con los enseñantes;
• derivación de los niños hacia hospitales en caso de necesidad e ingreso en el hospital si es preciso;
• formación del personal local en el tratamiento de las enfermedades infantiles (gestión inte-grada de las enfermedades infantiles);
• tratamiento preventivo de la transmisión del SIDA de madre a hijo;
• atención a los niños víctimas de violaciones.
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Los conflictos y los desastres naturales pueden engendrar hambrunas y epidemias que tienen como consecuencia elevar las tasas de malnutrición grave. La prioridad es, desde luego, combatir las causas de esa malnutrición distribuyendo víveres, garantizando condiciones satisfactorias de salubridad del agua y del hábitat y asegurando el acceso a la asistencia de salud. Sin embargo, la intervención puede tardar y a veces las condiciones de vida son tan precarias que los niños más vulnerables no pueden beneficiarse de una prevención y es necesario hacer frente a la malnutrición grave. El riesgo de mortalidad es muy elevado y se debe tanto a los efectos de las carencias alimentarias en el organismo como al impacto de las enfermedades infecciosas, que esas carencias favorecen y agravan en el círculo vicioso de la malnutrición y de la infección. Para tratar la malnutrición grave es indispensable, pues, prestar una adecuada asistencia médica, dietética y psicológica para que la mortalidad alcance un nivel aceptable y casi incompresible de menos del 5%. Esta asistencia se proporcionaría en centros especializados donde trabajaría un personal sanitario competente.